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El primer viaje sola

Para todo hay siempre una primera vez, también para los viajes en solitario.

Viajar sola es una de las mejores decisiones que puedes tomar en tu vida, aunque sé que da un poco de respeto andar por ahí a tu aire, pero comprobarás que es enriquecedor y conocerás la libertad absoluta, con todo lo que conlleva, bueno y no tan bueno.

Te voy a contar cómo fué mi primer viaje sola sin trampa ni cartón, con los 9 aprendizajes básicos para que no repitas los errores que yo cometí.

Era el año 2008, yo tenía 43 años. Había viajado mucho y a veces sola, pero siempre había sido para visitar a familiares y amigos, siempre había alguien esperándome en el aeropuerto.

Tenía ganas de probarme a mí misma, de sentir los viajes de otro modo, así que decidí hacer un viaje sola, por mi cuenta, a un destino que no conocía y donde nadie me esperara.

Opté por Nueva Zelanda. Y no fué un error, pero lo cierto es que no hace falta que te vayas a la otra punta del mundo en tu primer viaje sola.

De hecho lo más importante en tu primer viaje sola es tener tiempo y una buena actitud. 

Tenía algo de dinero, tenía dos meses por delante y lo más importante: unas ganas locas de perderme por el mundo.

Sólo tenía los vuelos y las dos primeras noches reservadas en Auckland, el resto del viaje sería una aventura y un aprendizaje continuo.

En 2008 aún no existían los smartphones, viajaba con una pequeña cámara digital, de las primeras (por eso las fotos no son muy buenas) y con la libertad e incertidumbre de hacer mi camino de una manera 100% analógica y en libertad.

1. Paciencia y aceptación

Viajé a primeros de octubre hasta finales de noviembre, recuerdo que fueron 56 días.

Saqué billete de ida y vuelta. Con Lufthansa hasta Singapur, parando primero en Frankfurt, y de Singapur a Auckland (Nueva Zelanda) con Singapur Airlines.

Sobre el papel eran unas 30 horas de viaje hasta llegar a mi destino, pero sobre la marcha ¡Fueron muchas más! 

Cuando llegamos a Frankfurt  había huelga de controladores aéreos y suspendieron el siguiente vuelo (Frankfurt-Singapur).

Recuerda que cuando te pasa una cosa así es la compañía aérea la que tiene que darte alternativas y pagar los gastos que se deriven (hotel y alimentos) del cambio o cancelación de vuelos.

Lufthansa nos reubicó en un vuelo a la mañana siguiente desde Munich, nos pagó hotel y comidas. Recuerdo que dormimos en un hotel de Heidelberg. ¡Un viaje inesperado de Frankfurt a Baviera!.

También nos llevaron en taxi al hotel y nos recogieron a la mañana siguiente para tomar el nuevo vuelo desde Munich.

Pero claro, todo mi plan de vuelo se fué al garete. Avisé a mi alojamiento en Auckland de que llegaría un día más tarde. 

Recuerdo que era 2008, aún no existían los smartphones y Facebook era un niño en pañales.

Finalmente embarcamos en el vuelo Munich-Singapur, hablo en plural porque toda esta aventura la viví con Patricia, una chica catalana que viajaba a Singapur. 

Una vez en Singapur me despedí de Patricia, ella ya había llegado a su destino, a mí aún me quedaban 8.500km.

Llegué a Singapur a media tarde y mi siguiente vuelo era a la mañana siguiente, o sea que decidí pasearme por la ciudad. Tomé el tren bala hasta el centro (no sé ahora, entonces si tenías unas horas en tránsito el tren desde y hacia el centro te salía gratis).

Ya puedes imaginarte cómo estaba mi cerebro y mi alma, no estaba muy feliz, pero aquí viene la siguiente lección:

2. Disfruta de los imprevistos y de los regalos de la vida.

Pasé una tarde de lo más disfrutón en Singapur, una ciudad sobrecogedora, «futurista» y diferente.

Por la noche volví al aeropuerto, esta vez no había hotel pagado por la aerolíniea porque era otra distinta, pero la verdad es que si tienes que pasar una noche en un aeropuerto, mejor que sea el de Singapur, hay asientos cómodos, es seguro y te sientes muy a gusto.

Hoy en día hay unas “cápsulas” en un hall del aeropuerto, si alquilas una tendrás un sitio cerrado donde descansar y dormir un ratito. Entonces no las había, pero lo cierto es que había butacas confortables donde dormir un ratito, y eso hice hasta que salió mi vuelo, a primera hora de la mañana.

Unas 9 horas más tarde aterricé en Auckland. Era la 1 de la madrugada, llevaba 2 noches durmiendo por ahí y dos días de viaje.

En cualquier viaje es posible encontrarte en situaciones como la mía, no desesperes, tómatelo con calma y saca lo bueno de ellas.

3. Procura llegar a tu destino a una hora “decente” del día. 

Total, que aquello era un desierto. Nadie a quien preguntar, todo cerrado… Hay una lanzadera que va del aeropuerto al centro, pero a esas horas no había ni rastro de lanzaderas ni nada.

A eso de las 3 de la mañana conseguí un shuttle compartido con otros viajeros, me dejó muy cerca de mi hostel y para allá que me fuí.

Como puedes imaginar estaba fundida y eran como las 4 de la madrugada. Por suerte sí había alguien despierto en el hostel. Pero la chica, aunque muy amable, me dice que no le consta mi reserva. No me lo podía creer.

Por suerte llevaba la reserva impresa en papel y tenía grabadas las conversaciones de modificación de reserva por cambio de vuelos.

Tuve que esperar a que llegara Donald, que era el responsable con quien había hablado, y después de reconocer su error me dió una habitación doble con baño para mi sola al precio de la litera en habitación compartida que había reservado porque estaban llenas. ¡Yupiiii!

Empezaba a salir el sol cuando salí de la ducha y me metí en la cama. Dormí 10 horas del tirón y me desperté en Nueva Zelanda a las 3 de la tarde y con un hambre de lobo.

Aprendí que, siempre que sea posible, llegar al aeropuerto de destino a una hora «decente» (entre las 7 de la mañana y las 10 de la noche) te evita muchas situaciones indeseadas. Puedes cambiar moneda, usar el transporte público…

 

4. Date tiempo para adaptarte al nuevo entorno

Los primeros días en un entorno desconocido pueden ser duros.

Es importante tomarse los dos primeros días con calma, explorar la ciudad, descansar, comer, dormir y planificar tranquilamente.

De entrada en este caso tenemos una diferencia horaria de 12h que le cuesta al cuerpo asumir. 

La primera semana estuve medio zombie, con ataques de hambre a las dos de la madrugada (hora de comer en casa).

Aprendí a tener algo de picoteo a mano a esas horas hasta que mi cuerpo se acostumbró.

La otra sorpresa fué que, a pesar de que hablo inglés con fluidez,  no entendía una sola palabra de neozelandés, su acento es tremendo y me costó varios días pillarle el punto.

Así que ahí estaba yo, novata y desubicada en un mundo nuevo que apenas entendía.

Lo bueno que tienen los hostels es que conoces a otros viajeros, había una pareja francesa que me ayudó mucho.

Llevaban 6 meses viajando por el país en una camper vieja que habían comprado y querían venderla porque en un par de meses volvían a casa.

Pensé si valía la pena comprarla, pero no me salía a cuenta por dos meses.

Aún así me invitaron a ir con ellos a la Península de Coromandel, un sitio alucinante que recomiendo mucho, pero al que es difícil llegar sin vehículo propio.

El aterrizaje en un nuevo entorno es un momento de adaptación, date tu tiempo, habla con la gente, recaba información y no te pongas a darle vueltas a todo.

Los dos primeros días son un poco desconcertantes, aquí te cuento cómo puedo ayudarte en esos momentos.

 

5. Viaja ligera de equipaje

En esos primeros días me dí cuenta de un gran error: mi mochila era un muerto. Pesaba 15 kilos, estaba llena de “por si acasos” que hacían que apenas pudiera levantarla del suelo y necesitara ayuda para ponérmela en la espalda.

De regreso de Coromandel al mismo hostel en Auckland, vendí, regalé o intercambié cosas de mi mochila, conseguí algunos dólares y que mi mochila pesara sólo 9 kg.

Gran lección: menos es más. Hacer una buena mochila es un arte, debes llevar lo que realmente necesitas y dejarte de “por si acasos”.

Hoy en día el peso máximo de mi equipaje son 7 kg.

Si quieres ver qué meto en mi mochila para cualquier viaje, sea de 2 semanas o de 3 meses, échale un ojo a este post.

6. Aprende a moverte por el país.

Los primeros 20 días recorrí la isla norte en autobús. Me saqué el carnet de “backpacker”, que me daba derecho a descuentos en muchos hostels, transporte público e incluso algunos espectáculos y entradas a sitios interesantes.

Estuve en Hamilton, Rotorua, Tongariro, Napier… poco a poco viajando hacia el sur, hasta Wellington, para allí tomar el ferry hasta la isla sur.

Esas primeras semanas me hice con el inglés de Nueva Zelanda y sus expresiones, aprendí a familiarizarme con el nuevo entorno, a reírme de mis cagadas, a conocerme a fondo y a disfrutar de mi libertad.

Cuando estás sola en un entorno desconocido, sólo dependes de tus habilidades, de tu ingenio y de la seguridad que tienes en ti misma para ir solventando imprevistos.

Es un aprendizaje increíble. Y más aún sin tecnología ni teléfonos inteligentes, sin Booking, sin whatsapp… hoy en día no se valora lo suficiente la conectividad que tenemos, la damos por sentada, pero hace 15 años era muy distinto.

Los paisajes de Nueva Zelanda son brutales, las zonas volcánicas, lagos termales, montañas humeantes, playas infinitas con corrientes letales… así que las primeras semanas aprendí a moverme por el país y disfrutar de las vistas y de su gente.

Wellington no me entusiasmó,o sea que apenas estuve una noche y al día siguiente tomé el ferry hacia Picton, en la isla sur.

La isla sur de Nueva Zelanda está aún menos poblada que la norte, la población se concentra en ciudades como Christchurch o Queenstown.

Apenas hay transporte público, o sea que lo mejor es tener tu propio vehículo para moverte por la isla.

Me encantan esos días de exploración y de adaptación al medio, me paso el tiempo conociendo gente y haciendo preguntas, anotando tips en mi blog y enamorándome del país.

7. Alquila un coche si hace falta

En el mismo puerto de Picton, donde llega el ferry, hay un montón de oficinas de alquiler de coches. Era mediados de octubre, aún no había empezado la temporada. así que aproveché la ocasión.

Entré en todas las oficinas a pedir precios y empezó la oferta de pujas.

Un montón de empresas de alquiler de coches y una sola cliente.

¿Quién dijo que en ciertos países no se regatea? Soy la reina del regateo, aprendí en India, donde es un arte y una convención social ineludible, así que utilicé mis dotes para alquilar el coche.

Al final alquilé un viejo Nissan Sunny (tenia 10 años) por 10€ al día. 

En muchos lugares de alquiler de coche te piden tarjeta de crédito para garantizar la reserva, pero se puede negociar y dejar un dinero en depósito si hace falta. 

Lo alquilé por 15 días y acordé dejarlo en Christchurch.

En la isla sur, hay muchos kilómetros de carretera sin que te encuentres a un alma, de hecho te recomiendan llevar en el coche mantas, agua y comida, porque si te quedas tirada igual pasan un par de días hasta que encuentras a alguien. 

Si te paras en algún sitio para descansar o tomar fotos y pasa algún otro vehículo, se parará y te preguntrá si estás bien o necesitas algo. 

Disfruté mucho en mi Sunny, me llevó hasta Golden Bay, un lugar que me enamoró al noroeste de la isla, donde puedes hacer el Abel Tasman Trek, llegar hasta Farewell Spit y disfrutar de un entorno mágico y de una manera de vivir muy básica y hermosa.

Y eso hice. Dormí muchas noches en el coche. Me compré un montón de pareos a precio de risa en un mercadillo y los usé de “cortinas” en el coche para tener intimidad.

Octubre es principio de primavera en Nueva Zelanda.

Aún había mucha nieve en los pasos de montaña y cuanto más al sur más frío hacía, así que no fuí a Queenstown, la meca de los deportes de aventura en NZ. 

Después de una semana en Golden Bay me perdí por Nelson Lakes, fuí hasta la costa este y pasé por Kaikoura para ver ballenas, me relajé en Hanmer Springs y sus aguas sulfurosas, y llegué a Christchurch para devolver el coche.

Esos 15 días en el Sunny dieron para muchas anécdotas, me perdí muchas veces, me quedé sin gasolina dos veces y encontré lugares maravillosos y gente bonita.

Me alegro de haber alquilado el coche, porque me dió libertad, alojamiento y un montón de risas. Recogí a mucha gente que hacía autostop, yo también hago dedo a veces y hay que dar para poder recibir.

¡El coche parecía un circo cuando lo devolví! Hay que decir que no me dejó tirada en ningún momento, qué más se puede pedir!

Estaba en Christchurch y me quedaban un par de semanas de viaje.

No tenía ganas de pasar frío, o sea que ir hacia el sur y sus helados vientos antárticos no era una opción. Y ya no tenía vehiculo.

Encontré un vuelo barato de Christchurch a Auckland y de allí me fuí al norte, a Paihia y Waitangi, para explorar la zona y asimilar todo lo vivido.

No soy muy de alquilar coches cuando viajo sola, no me gusta mucho conducir y alquilar un cohe sola resulta caro y poco sostenible, pero si no queda más remedio lo hago.

Recuerda llevar tu carnet de conducir internacional, te lo sacas en un día.

8. Tómate un respiro cuando te lo pida el cuerpo.

Lo hice en ese primer viaje sola y lo hago en todos los viajes. Después de varios meses de moverse continuamente, el cuerpo y la mente piden una parada.

Es necesario digerir experiencias,  sentirte parte de algo y prepararte para el regreso.

Estuve una semana en un hostel en Paihia, un lugar que me gustó e hice varias excursiones por la zona, como visitar el Cabo Reinga y el faro más al Norte de Nueva Zelanda, desde donde las almas de los muertos saltan al mar según las creencias maoríes. 

Me centré al máximo en conocer la cultura maorí, en intentar entender qué supuso para ellos la llegada de los «pakeha»(hombres blancos). 

Los últimos días del viaje hay que tomarse las cosas con calma y disfrutar a tope. 

9. Date un capricho (o dos)

Además, si has respetado tu presupuesto y te sobra algo de dinero, puedes aprovechar para darte algún capricho, te lo has ganado.

Uno de los caprichos que me dí fué embarcarme en un velero durante dos días, recorrer  la Bahía de las Islas y compartir grandes momentos formando parte de una tripulación muy heterogénea, con otros viajeros y una capitana espléndida.

Esos dos días navegando fueron una gran prueba para mí, porque, a pesar de que de pequeña quería ser pirata, ¡me mareo muchísimo en los barcos!. Pero superé mis mareos y disfruté como una niña.

Otra actividad que me propuse hacer fué tirarme en paracaídas, pero el mal tiempo me lo impidió. 

También me planteé hacerme un tatuaje, pero no encontré nada que me convenciera, no era el momento.

En Paihia conocí a Karen, una chica californiana muy maja, nos hicimos inseparables y aún mantengo contacto con ella.

Esos últimos días sirven para reflexionar y meditar, para sacarle el máximo jugo a la experiencia, y también para prepararte para el regreso, sobre todo si llevas tiempo fuera, porque esos regresos son duros, créeme.

Conclusión

Lo mejor de los viajes es la gente que conoces en el camino, tanto otros viajeros como gente local.

Estuve 56 días recorriendo Nueva Zelanda sola, pero fueron tan intensos y llenos de aprendizajes que me parecieron un año entero.

Superé muchos miedos y me dí cuenta de que viajar sola no es estar sola, conocí mucha gente bonita.

Recorrí parte del Abel Tasman Track con un chico coreano, la pareja francesa en Auckland, antes de regresar fuí al teatro con una alemana muy simpática, conocí a Karen, me reí mucho e hice grandes amigos.

En realidad sólo estuve sola cuando quería estarlo.

Siempre recordaré ese viaje de dos meses a Nueva Zelanda con una gran sonrisa. 

Me regaló grandes aprendizajes, me ayudó a conocerme, me enseñó a ser humilde y resolutiva, me demostré a mí misma que podía y me abrió las puertas al mundo.

También me enseñó que no hace falta ir tan lejos, que viajar sola es una experiencia por sí misma, que lo importante es tu actitud.

Y lo mejor de todo fué tomar consciencia de que llega un momento en que el viaje toma vida propia, ya no planeas tus próximos pasos sino que te dejas llevar por el ritmo del viaje, por el azar y por lo que te apetece en el momento.

De golpe estás completamente centrada en el momento presente, y eso es lo más sanador del mundo.

Si has pensado en viajar sola ¡házlo!. 

¡Eso sí, te aviso de que es una experiencia  muy adictiva!

Si te invaden las dudas y no lo ves claro, yo te ayudo.

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Puedes contactar conmigo por whatsapp o enviándome un correo a info@viajesdepiel.com

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