En este segundo artículo sobre Albania te cuento mi experiencia por la costa albanesa.
Aterricé con una hora de retraso en Tirana y me quedé sólo una noche. La verdad es que la capital de Albania no tiene mucho que ofrecer y, ya sabes, no soy muy amiga de las grandes ciudades.
Llegué de noche, me alojé en el Blue Door Hostel y al día siguiente, después de un paseo por el centro y explorar por un mercado musulmán con Mari, una chica finlandesa muy linda (eso fué lo mejor), tomé el autobús a Berat.
Berat me encantó y lo disfruté mucho, pero lo dejo para el post de las ciudades medievales.
Tras Berat me fuí a Vlore, ciudad costera, enorme y fea. Apenas estuve una hora para tomar el bus hacia Himare.
La costa albanesa, especialmente la parte bañada por el Mar Jónico, es abrupta y montañosa, la carretera discurre por la montaña mientras ves el mar infinitamente azul a tu lado. Es realmente bonita
Himare
Himare es un pequeño pueblo turístico de costa, demasiado tocado por el turismo para mi gusto.
Es curioso, cuando estos pequeños pueblos, antaño pesqueros, son invadidos por el turismo, acaban pareciendo todos iguales:
paseo marítimo plagado de restaurantes a precios abusivos, tiendecitas donde venden pelotas, hinchables, bañadores y crema solar… parecen todos cortados por el mismo patrón.
Se nota que en temporada alta vienen muchos italianos y griegos, las cartas de los restaurantes ofrecen pasta, moussaka y ensaladas griegas.
Yo llegué en la segunda quincena de septiembre, se había acabado la temporada y habían retirado las sombrillas de paja y las tumbonas de la playa.
La playa principal del pueblo es bonita, con aguas limpias y muy agradable.
Me alojé por 2 noches en el Himara Hostel (24€ por las dos noches, con desayuno incluido) tiene un jardín muy agradable.
Las instalaciones son estupendas (baños limpios con buena ducha, cocina amplia con una gran mesa y bien equipada) y el jardín está lleno de rincones agradables.
Hay dos perros viejos, Chocolate y Batería, que le dan calidez y alegría al lugar, y un montón de gatos.
Lástima que la habitación de 4 literas sea tan pequeña, las literas incómodas y ruidosas, con escaleras de quita y pon muy inseguras.
No hay espacio para dejar tus cosas y se mezclan los equipajes de todo el mundo, así fué como perdí el cargador de mi móvil, estoy segura que acabó en la mochila de alguien.
Si hubiera sabido que alquilan tiendas ya montadas al fondo del jardín hubiera optado por una. Las habitaciones privadas también son confortables.
O sea que recomiendo el hostel si sois dos y cogeis habitación doble o si queréis acampar. Evitad el dormitorio compartido.
Está un poco alejada del centro y la playa, un paseo de 20 minutos.
Qué hacer en Himare
Se puede ir andando hasta la playa de Livadi, el camino es precioso, bordeando la costa por el bosque, aunque yo no llegué, me perdí (algo bastante habitual en mí) y tuve que volver atrás.
La playa no tiene nada de especial por lo que me dijeron pero el camino para llegar es muy bonito ¡y eso sí lo ví!
Está claro que con coche llegas a muchos sitios, me hablaron de una “Secret Beach” a varios kilómetros, puedes visitar Dhermi y la playa de Jale, a pocos kilómetros de Himare, también me dijeron que eran muy bonitas.
Definitivamente para esta parte de la costa recomiendo alquilar o compartir coche.
Llegué andando hasta Llamani Beach, una playa linda y algo sucia, con los restos de la temporada repartidos por la playa.
En Albania queda mucho por hacer en cuestión de residuos, se vé mucha suciedad y en algunos puntos ví que se vierten los residuos de las ciudades en el mar sin depurar.
Tampoco se recicla. Es una asignatura pendiente del país.
Haciendo la «guiri» por Himare
Total, en Himare hice la guiri en temporada baja, me bañé en las aguas frías y limpias del Jónico (reconozco que de primeras me dije: “yo en esas aguas heladas no me meto”, pero una vez el sol me había calentado un poco me metí y fué un gustazo), conocí a gente bonita en el hostel, hice vida social y bebí mucho vino local.
Después de dos días de “turisteo” decidí ir hasta Borsh, porque había leído que en un rincón de la playa de Borsh, la más larga de Albania, hay un camping pegado a la playa donde puedes dormir acunada por el mar.
Un chico albanés que estaba en mi habitación del hostel iba a la playa de Porto Palermo (a unos 5 km del centro) con su coche y más gente del hostel, y Borsh está a unos 20 km, o sea que se ofreció amablemente a acercarme hasta allí.
Fué muy majo, porque hizo unos kilómetros de más para llevarme. ¡Felaminderit, gracias amigo!
Borsh
Borsh es un lugar extraño. No hay un núcleo urbano ni un pueblo en sí.
Las casas están desparramadas por la falda de la montaña que llega hasta el mar y en la playa, que como ya he dicho es la más larga de Albania (6 km), hay un pequeño paseo marítimo con algún restaurante y dos supermercados.
Me dejaron al principio de la playa porque ahí se acaba el suelo asfaltado, y tuve que atravesar toda la playa y el paseo marítimo para llegar al otro lado y un kilómetro más para llegar al Camping Jungle.
Es un cámping básico donde los haya. Apenas hay unas 6 o 7 tiendas instaladas y algo de espacio para quien lleve su propia tienda, un par de bungalows para 4 personas, 2 lavabos y un bar.
No hay restaurante, o sea que tienes que llevarte tu propia comida, ellos te proporcionan un hornillo de gas y enseres de cocina.
También hay una nevera común entre las tiendas de alquiler. Me costó 14€ por noche.
Y está prácticamente en la playa. Un lugar perfecto para lo que más me gusta del mundo: ¡Asalvajarme!
Vida «salvaje» en Borsh
Apenas había gente en el camping, a finales de septiembre sólo había un par de familias, una pareja alemana y un chico de Jerusalén que viajaba como yo, con la mochila al hombro.
Hay que decir que llegar en coche hasta el camping es una proeza, sobre todo los últimos 500m de camino son pura arena y piedras.
Me instalé en mi tienda, confortable, con colchón de cama doble, sábanas limpias y almohada, bajo un olivo y con unas vistas increíbles de la playa, a apenas 20 metros.
Y evidentemente tuve que regresar al paseo marítimo que había dejado atrás a comprar comida para los tres días que me quedé allí.
Ese día me tocó caminar bastante, pero me encantan estos lugares perdidos.
Resumiendo: una playa de las más bonitas y vírgenes de Albania casi para mí sola.
Por las mañanas me dediqué a explorar los alrededores, encontré búnkers abandonados y algún símbolo de hormigón del partido único de Enver Hoxha, algo de fauna y flora local, luego a la playa a darme un bañito.
Me habían dicho que había algunas cascadas de agua transparente cerca de la playa, pero no las encontré.
Por la tarde una cervecita en el bar y hablar con los otros campistas, ir a ver la puesta de sol a la playa (absolutamente espectacular), algo de cena y a dormir.
Vida sencilla, al lado del mar, sin complicaciones y con gente bonita.
Tenía muchas ganas de acampar en la costa albanesa, al final no me llevé mi tienda porque es un peso extra para todo el viaje, pero no me hizo falta.
En cambio agradecí haber metido en la mochila mi saco de dormir ligero, por las noches hacía fresquito en la playa.
Sé que eso de “asalvajarse” unos días en una playa virgen no es para todo el mundo, pero yo lo disfruté como una enana.
¿Cómo salir de Borsh?
Pasaron las tres noches que tenía pensado quedarme y ya estaban desmontando las tiendas. En pocos días sólo podrías alojarte en los bungalows para familias.
Cierran el camping a finales de octubre hasta abril. Tuve mucha suerte.
Y entonces me planteé la gran pregunta ¿Como salgo de aquí?
Los dueños del camping me comentaron que había un bus (furgoneta) que salía del paseo a las 6:30 de la mañana e iba a Sarande.
Eso quería decir levantarme a las 5, caminar media hora hasta el paseo en la oscuridad… ¡qué pereza!.
Decidí jugármela, levantarme a las 8 y ponerme a caminar, a ver hasta dónde llegaba.
El objetivo era llegar hasta la gasolinera, arriba de la montaña, unos 10 km, y allí esperar que pasase un autobús o hacer auto stop hacia Sarande.
Autostop por la costa albanesa
Ya llevaba un rato caminando y apenas habían pasado 2 o 3 coches.
Pasó un señor con un coche destartalado, le hice la señal de autostop, que en Albania es agitar la mano, y se paró. ¡Yupiiii!
Me dejó en la gasolinera, me ahorré subir la montaña y se lo agradecí.
Vuelvo a repetir que la gente de Albania es muy amable y bonita.
Ya estaba en la gasolinera, el “centro neurálgico” de Borsh, el pueblo sin pueblo.
Al lado de la gasolinera hay un bar, pero yo había llenado mi termo de çai mali, el té de montaña que beben aquí, me hice unas rebanadas con Nutella y me tomé mi té tranquilamente.
Se me acercó un hombre y me preguntó adónde iba, le digo que a Sarande y se fué.
Cuando acababa de desayunar y volvió el mismo hombre con un amigo.
Me prguntó de nuevo y volví a responder: Sarande.
El otro hombre me dijo OK, me hizo señal de subir a su viejo Suzuki Samurai porque él iba para allá. ¡Genial, si ni siquiera me había puesto a hacer autostop!.
Son unos 40 km por una carretera llena de curvas.
El hombre, con la cabeza rapada como casi todos los albaneses, me daba conversación, me dijo sitios donde comer en Sarande, actividades que hacer, y yo hacía como que me las apuntaba en el móvil procurando no marearme con tanta curva y tanta información.
Sarande no me interesaba, y menos después de mi «retiro salvaje» en Borsh.
Sólo quería comprar un cargador para mi móvil, buscar un sitio donde dormir y tomar el bus de la mañana hacia Gjirokaster.
Pero el señor fué muy amable y no le quise hacer un feo.
De paso por Sarande
El hombre me dejó a la entrada de la ciudad, él seguía camino. Cogí un bus hasta el centro y encontré un hostel barato para pasar la noche.
Fuí a comer algo, me dí un homenaje y pedí un risotto con marisco que resultó estar de muerte, callejeé un poco, me compré un helado y encontré un sitio donde pude comprar un cargador y cable para mi móvil.
Sarande no tiene nada de especial, al menos desde mi punto de vista.
Es una ciudad turística bastante grande, desde aquí se toman los ferrys para ir a Corfú, que se vé desde la playa, y algo más al sur están las playas de Ksamil, que dicen que son muy bonitas pero muy turísticas.
Ya había tenido mi dosis de playa, la verdad es que me gusta más la montaña que la playa, no soy de pasar el día tumbada al sol y tenía ganas de ir hacia el interior.
Mi visión de la costa albanesa
La costa albanesa es la parte más explotada turísticamente del país. Si quieres encontrar rincones bonitos lo mejor es viajar en temporada baja y alquilar un coche. Seguro que en verano es un hervidero de gente.
Como en todos los sitios de playa del mundo, la costa albanesa está sobreexplotada, y es una pena.
Quería acampar en la playa, hacer autostop y vivir la costa albanesa de una manera más auténtica. Y lo conseguí.
Quedan en mi memoria los días que pasé haciendo vida «salvaje» en la playa de Borsh y sus atardeceres de infarto.
Si tienes algúna pregunta sobre la costa albanesa o quieres comentar el post, házlo aquí debajo. Te responderé personalmente 😉